Estaba sentada en el banco de una estación de tren vacía cuando te conocí. Inmediatamente te acercaste, extrañandote -quizas- de ver a alguien como yo sentada allí.
Nos caímos bien desde el principio, vaya a saber uno por qué. Charlamos de cosas simples, triviales también. Me contaste que ibas hacia lo de una amiga o un pariente tal vez, si es que mi memoria no me engaña. Todo parecía ir bien, al menos hasta el momento en que decidiste preguntar, con una curiosidad casi propia de un niño:
- Y vos, ¿qué es lo que esperás?
Entonces, sin contestarte, decidí irme sin mirar atrás.
domingo, 10 de febrero de 2008
lunes, 4 de febrero de 2008
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